Seguramente pasas por los pasillos del super y crees que lo que diga vino acompañado de algo más, es sangría. ¡No! La sangría es una bebida alcohólica con una receta concreta que se considera, a veces, un cóctel, ¡pero sangría es sangría!

Mejor, no te vuelvas loc@ y déjate llevar por esta clase magistral del mundo de la mezcla.

La coctelería subió de categoría -y de conocimientos- para convertirse en mixología. Una total metamorfosis. Te preguntarás, cuál es la diferencia. Simple. Ajusta tus lentes y enfoca bien para leer esto.

La coctelería más allá de lo que se puede pensar, no es combinar bebidas a diestra y siniestra sin medida. Realmente cualquier cóctel debe cumplir con ciertos estándares para prepararse, como ingredientes y la cantidad justa de ellos. Además de los criterios que hacen que, por ejemplo, un mojito, sea un mojito, como patrones de decoración y hasta técnicas de preparación.

Es decir, que tiene una estructura, una regla. Parece aburrido visto así, ¿cierto? Sobre todo, considerando lo que sucede después de 3 cócteles…o 2. Pero es lo que es, y en la coctelería perdura la combinación armoniosa y homogénea de cada ingrediente, su textura y hasta su olor.

Ahora, ¿por qué hablamos del siguiente nivel de la coctelería?

Ya viste el principio básico de esto o lo que cualquier especialista en cócteles debe conocer, sin embargo, la mixología con vino va un paso más allá y sin reglas. No sólo juega con la mezcla sino con la experiencia. Un mixólogo se centra en investigar los cócteles, analizar los ingredientes, su composición, sabores, aromas, volumen de alcohol, etc., y aplicando criterios científicos de esas materias del cole que no nos gustaban mucho (física y química), son capaces de innovar y crear nuevas recetas. Crea sus propios tragos sin norma. 

Y bueno, también hay subdisciplinas dentro de la mixología, como la mixología molecular que trabaja el uso de espumas, nitrógeno líquido (no el de Rápido y Furioso) y etc., pero eso es tema para después.